Hay un Dios, el Creador y Gobernante del universo. Él existe eternamente en tres personas coiguales: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios Padre, por amor a la humanidad, envió a Su Hijo Jesucristo para hacerse hombre, vivir una vida sin pecado y ofrecerse a sí mismo como el sacrificio perfecto por los pecados de todas las personas al morir en una cruz y resucitar de entre los muertos. Dios Espíritu Santo está presente en el mundo para hacer que las personas tomen conciencia de su necesidad de Jesucristo. Él vive en cada Cristiano desde el momento de la salvación. El le da a los Cristianos poder para vivir, entendimiento de la verdad espiritual y guía para hacer lo correcto. (Genesis 1:1,26-27; Romanos 8; 2 Corintios 13:14; John 1:1-5; Hebreos 4:14-15; Juan 16:7-13)

Dios creó al ser humano a Su imagen para vivir en una relación íntima con él. Sin embargo, a través del pecado y nuestra desobediencia a Dios, estamos separados de una relación íntima con Él. Esta separación de Dios causa muchos problemas en la vida y consecuencias eternas. (Hechos 17:24-28; Isaías 59:1-2)

La Biblia es la Palabra inspirada de Dios, la autoridad final en nuestra comprensión de Dios y de la vida, y nuestra fuente suprema de verdad para lo que creemos y la vida cristiana. Fue escrita por autores humanos bajo la guía sobrenatural del Espíritu Santo. (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-2)

La salvación es un regalo gratuito de Dios. Nunca podremos compensar nuestro pecado mediante la superación personal o las buenas obras. La muerte de Cristo en la cruz es el único pago suficiente por nuestros pecados. Esta salvación está disponible para cualquiera que ponga su confianza en Cristo como Salvador. Se recibe mediante la fe y se expresa mediante la confesión, el arrepentimiento y el bautismo. Al confesar a Cristo como nuestro Señor, Dios perdona nuestros pecados. Morimos al pecado y resucitamos a una nueva vida, lo cual se simboliza a través del bautismo, siendo fortalecidos por el Espíritu Santo y con la promesa que viviremos con Él en el cielo. (Romanos 1:16-17, 3:23-24, 5:1, 6:3-8,23; Efesios 2:8- 9; Juan 3:16; Tito 3:5; Gálatas 3:26-27; Hechos 2:37- 41; Mateo 28:19-20)

Más allá de salvarnos, Dios quiere transformarnos a la imagen de su Hijo. La transformación es posible por la gracia de Dios y crece a medida que alineamos continuamente nuestra voluntad más estrechamente con Su voluntad. (Filipenses 2:12; Romanos 12:1-2; 2 Corintios 3:18)

La iglesia es el cuerpo de Cristo en la tierra, facultada por el Espíritu Santo para alcanzar a aquellos que están separados de Dios y para hacer madurar a los salvos y ayudarlos a convertirse en seguidores plenamente consagrados a Cristo. Cuando respondemos a la gracia de Dios con fe, Él nos agrega a Su iglesia, el cuerpo de Cristo. (Hechos 2:41-47; Efesios 4:1-16, 5:29-30)

Un día Cristo regresará, ocurrirá el juicio final, la imagen de Dios será completamente restaurada dentro de nosotros y estaremos con Cristo para siempre en el cielo. Aquellos que lo rechacen quedarán eternamente separados de Él. (1 Tesalonisenses 4:13-18; 1 Juan 3:2; Hechos 1:11)